“En 1325, los aztecas errantes descubrieron el águila de pie sobre un nopal devorando a la serpiente y entendieron, alborozados, que las profecías del Dios Colibrí se habían cumplido. Allí, en ese centro del mundo donde el agua era blanca, los sauces blancos, las ranas y los peces blancos, construyeron un templo y fundaron México – Tenochtitlán, corazón y cabeza del imperio”.
“En 1524, sobre el Templo arrasado, las calzadas y los cuatro barrios decretados asimismo por el Dios, trazó García Bravo la capital del más poderoso virreinato del Nuevo Mundo donde a partir de 1821 se estableció la metrópoli de la naciente República”. “Contar la historia de la ciudad, es contar una historia de casi siete siglos, cargados de transformaciones sorprendentes…”
Fernando Benítez. Historia de la Ciudad de México.
En ese contar la historia de la Ciudad de México, cargada de transformaciones sorprendentes desde su fundación hasta nuestros días, llena de memorias y de vivencias, está también el contar la historia de su arquitectura, porque la construcción de espacios destinados a la ocupación del ser humano, una vez dominada la técnica y los materiales, se convirtió en algo más que el fin primero de proteger al hombre del ambiente hostil, y pasó a ser una de las artes más célebres: la arquitectura, una antigua profesión que se erige en el tiempo, en formas, texturas y volúmenes que desafían el espacio, porque la arquitectura es construcción, es configuración de espacios y es representación.
En la Ciudad de México ha habido tres grandes momentos de la arquitectura: el precolombino, el novohispano y el que se da en 1950, con la nueva integración urbana.
En el prólogo de La Historia del Arquitecto Mexicano, siglos XVI – XX, el Doctor Luis Arnal subraya que el desarrollo de la arquitectura en México, desde el siglo XVI hasta el XX, es más que un compendio de formas y programas de uso y de habitabilidad de los espacios, es la apropiación del territorio por medio de volúmenes que se engarzan en el paisaje urbano y son, también, las diferentes maneras de sentir que pertenecemos a un hilo conductor que llamamos identidad.
“Desde el siglo XVI, la arquitectura que se hace en México se enfrenta al reto no sólo de construir villas y poblaciones, sino de conformar un espacio de armonía y de ideales, de proporciones y cánones. Llevar los tratados de arquitectura a la práctica y los sueños de teóricos entusiastas a la cantera y al campo sólo se pudo hacer en este mundo nuevo, recién conocido, donde se experimentó, improvisando, aquellas estampas y carpetas de grabados y dibujos de Italia con los sueños utópicos del Renacimiento”.
Refiere que en México se dieron diversos tipos de edificaciones: haciendas, conventos, hospitales, casas solariegas, fuertes, torreones, fosos, atarazanas y lienzos. Así, el arquitecto demuestra que es capaz de hacer flotar los edificios en el Lago de México utilizando el tezontle y asombró a los pobladores con las obras hidráulicas: acueductos, presas, pozos, desagües, cajas de agua y aljibes que aliviaron la sed, separaron las aguas, regaron los campos y agrandaron la cosecha de los fundos de las villas.
“El nuevo urbanismo y las costumbres […] reformarán la arquitectura y su entorno con la aparición de jardines y bosques, de nuevos lugares de reunión como el teatro, el mercado, el paseo y la plaza que vendrán a dar una nueva fisonomía a la ciudad”.
Tiempo después, de una ciudad tranquila, peatonal, donde todo estaba cerca y había pocos automóviles, de pronto empieza a cambiar, se da un desarrollo inusitado de la población y un gran uso del automóvil.
En el presente, la Ciudad de México es una ciudad de contrastes, con una nueva plástica urbana, como todas las ciudades modernas del mundo: con sus expresiones del gran edificio, el rascacielos, los centros comerciales, los primeros y segundos pisos, etc. Surgen grandes edificios que rompen y luchan unos contra otros, característicos de las grandes urbes como Nueva York, Corea y Hong Kong.
EL PALACIO DE JUSTICIA
Palacio se escribe: tlahtohcaan; Justicia: yeectiliz-tli; y Palacio de Justicia: Tlatzonteauilooyann.
La Justicia es el supremo ideal que consiste en la voluntad firme y constante de dar a cada uno su derecho, según el pensamiento de Justiniano: Iustitia est constans est perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi.
La historiadora Patricia Galeana, Directora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), señala en el prólogo del libro En defensa de la Patria. 1847 – 1997 (Secretaría de Gobernación. Archivo General de la Nación. México 1997), que:
“En sus relaciones con el mundo, a lo largo del siglo de su construcción nacional, México primero tuvo que luchar por consolidar su independencia, defendiéndose de los tratados ruinosos que le querían imponer a cambio de su reconocimiento como nación independiente, y después debió enfrentar la agresión de las grandes potencias que querían aprovecharse de su territorio, de sus riquezas y de su soberanía”.
Nuestra nación, México, como país independiente, es depositario de una dignidad histórica a través de siglos de vida y de cultura. La memoria prodigiosa nos relata hechos y sucesos que han forjado la estructura de nuestra identidad. Así, descubrimos un México desde la revelación de los nuestros y la solidaridad con lo universal.
En esa dignidad histórica se inscribe el Palacio de Justicia del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, un edificio público que es la representación abstracta de una institución. Obra de los arquitectos mexicanos Juan Sordo Madaleno y José Adolfo Wiechers, fue inaugurado el día 15 de octubre de 1964 por el entonces Presidente de la República, Lic. Adolfo López Mateos, siendo Jefe del Departamento del Distrito Federal el Lic. Ernesto Uruchurtu, y Presidente del Tribunal Superior el Lic. Julio Sánchez Vargas.
En el 50 aniversario de la creación del Palacio de Justicia del TSJDF, es importante rescatar su memoria histórica, su actuar en el presente del país. Como bien señala el Presidente del TSJDF, Edgar Elías Azar, en el libro El largo camino de la justicia. Historia y orígenes del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (México 2012):
“… la impartición de Justicia en la sede de los poderes federales ha sido, y es, uno de los bienes públicos más valiosos con que ha contado la República en su permanente batallar por responder al derecho elemental de ser oído en juicio vencido o no… El largo camino de la Justicia ha de conducir hacia la anchurosa calzada de la libertad, la igualdad, la fraternidad, la felicidad colectiva, que no son sueños ni quimeras: derechos inalienables, intangibles, inconmutables; son, por así decirlo, el ámbito, el punto de llegada del imponente carruaje de la justicia institucional”.
“Los sitios de la Justicia también expresan la conciencia colectiva acerca de su importancia social, las sedes de la justicia capitalina, dignas y austeras como lo exige su función, son además obras arquitectónicas importantes que ya forman parte inseparable del panorama urbano: -El Palacio de la Justicia- magnífica fábrica debida a Juan Sordo Madaleno y a José Adolfo Wiechers en la colonia de los Doctores tiene calidad emblemática y expresa material y, conceptualmente, el ágora ciudadana”.
“La columnata o peristilo rectangular evoca quizás los espacios públicos de la polis, subrayando el lugar superior de la sede de los juzgadores. Rectilínea y poderosa alude a los pórticos marmóreos de la Hélade”.